Condescendiendo con el modo de pensar de Terrence, realmente parecía osado como Wilkins, había dado ese salto de ser un simple peón en un juego de adultos, a un extorsionador de carne y hueso. Y si era realmente una extorsión lo que tenía en mente por lo que no podía alegar de regreso el licito quien solo opto por de nuevo enrojecer su tés y verse en vuelto en el agobiante abuso de palabras perpetrado por Terrence. “Ja, sabía que lograríamos torcer tanta educación de universidad barata. Ahora que nos vemos ojo a ojo, ¿qué es lo que realmente quieres?”. Frankie siguió sin irrumpir la conversación puesto que había tomado un interesante punto de cambio. El tener un objetivo específico con sus víctimas resultaba más fácil de ejecutar para un hombre de poco seso y mucho musculo como él. Terrence sabía lo que estaba pidiendo, su cerebro era apto y adaptivo, pero el simple hecho de ver retorcer el orgullo y el ceño de Wilkins le provocaba tal gozo que necesitaba oír esa confesión de sus labios. El candidato no tuvo opción, sabía que Terrence no cedería con su ataque psicológico, y que a Frankie le gustaba que le dijeran que hacer. No había más que de una opción, soltar la mandíbula y comenzar a contar toda la estrategia que había venido ideando en sus noches de insomnio – aquellas noches donde las imágenes de su familia pereciendo mantenían sus ojos abiertos prolongando su agonía, negándole un muy necesitado sueño.