¡No Puedes! 4


Cuarto Imperativo: Aléjate


“-…Recuerda Kimer que te quiero más que nadie en este mundo.-”

Despertó llevándose dos dedos a los labios como hace varios días, recordando las últimas palabras de su hermano.  Aquello mágicamente había espantado su pesadilla recurrente, aunque eran pocos días para celebrar que en verdad la haya dejado en paz, ahora su preocupación era trabajar y no llorar cuando viese la habitación de su hermano vacía. Acarició sus labios suavemente antes de salir de la cama y comenzar un nuevo día, uno más en el que esperaba terminar al fin de limpiar aquella bodega que parecía no tener fin.

Hoy caminaba sola al trabajo manteniendo su mirada orgullosa frente a los vecinos y a los transeúntes de las calles mientras iba a su trabajo, pero en su interior extrañaba a su hermano; aquello era extraño ya que no estaba para los desayunos, ya fuese porque se fue antes o dormía porque se quedó estudiando hasta tarde y siempre cenaba en su habitación o comía muy rápido… en sus periodos de estudiante…. Ahora por su trabajo no estaba mucho tiempo en casa. Por eso le era extraño que al saber que ya no vivía cerca de ella lo extrañase tanto si casi no tenían contacto, pero el que tenían cuando lo tenían era el que valía, el que importaba, el que necesitaba.


Sumida en sus pensamientos, recorriendo calles que sabía de memoria sin prestar la más mínima atención a lo que había a su alrededor pues ya conocía de memoria cada edificio y a las personas que salían a sus balcones a estas horas salvo… una la cual no le llamó la atención porque le viese en el balcón algo más la hizo girar su rostro hacía la derecha y un poco hacia arriba para mirarle. Ahí estaba él, aquel tipo rubio que había visto hace varias noches ya parado fuera de un edificio y que como ahora también la observaba con aquella sonrisa que la paralizaba. Sus ojos eran de un color azul que la congelaban por lo que entendió que no era sus burlones labios lo que la tenía quieta en este momento, sino que eran sus ojos que la calaban por completo.

Trató de avanzar pero mientras mantenían contacto visual, ella no podía por lo que comenzó a fijarse en los demás detalles. Aquel edificio donde él estaba no era nada adorable parecía viejo y desarreglado, no le gustaba para nada al igual que la vestimenta de él, todo parecían ropas nuevas pero no se veían bien todas juntas, quizás demasiado simple para que a Kimerlain le gustasen. Llevaba una camiseta negra de cuello redondo y mangas cortas muy simple que sólo era distinta porque tenía una frase escrita: “NEIN?” y unos jeans azules. Tenía mucho miedo no sólo por aquel tipo sino por llegar tarde, quería moverse pero algo en la palabra de la camiseta la ponía más nerviosa, era como si estuviera dirigiéndose directamente a ella y eso no podía ser, porque no se conocían.

¿En que momento la chica había comenzado a caminar? Antje se la estaba llevando de un brazo al trabajo, sin decirle ni una sola palabra mientras terminaban el recorrido. Al fin en la puerta de la tienda de antigüedades, Kimerlain soltó un suspiro de alivio, estaba a salvo… por lo menos por ahora y aquello la alegraba mucho porque no sabía que era lo que estaba pasando y extrañamente mirando los ojos de su amiga parecía que ella si, aquello no tenía sentido por lo que no dijo nada aún…

-Está aquí, padre.- Antje dijo con su suave voz pero lo extraño era que no sintió que hablase de ella y un escalofrío le recorrió la espalda.

El señor Brandt sólo asiente y se mantiene en su asiento mientras las chicas se dirigen a la bodega. Se dejaba guiar pero se preguntaba que significaban esas palabras de Antje y ese asentimiento de su jefe, quizás estaba pensando demasiado pro culpa de aquel tipo del balcón, el cual no debería importarle ya que no era para nada adorable, es decir, de su gusto. Se decidió finalmente por dejar las cosas de lado y ponerse manos a la obra, aun tenían muchas cosas que limpiar de las estanterías bajas y su mente necesitaba estar ocupada, al menos este rato que trabajaría.

La calma sólo duró hasta que tomó el plumero para sacudir el jarrón que había tomado, pues su jefe apareció en la bodega, suponiendo ella que sería para examinar como iban con la limpieza pero no fue así, puesto que no se movió del marco de la puerta de la bodega y simplemente se quedó observando fijamente a Kimerlain mientras ella hacía lo que debía. Aquella mirada incomodó a la chica, hasta tal punto que dejó de limpiar y le sostuvo la mirada       sintiendo que aquello estaba durando horas y en verdad sólo eran minutos. Se inquietó y terminó avanzando hasta su jefe.

-No puedo trabajar si me mira de esa forma tan poco adorable.- Dice parada frente a él con su normal orgullo y forma despectiva para con los demás de expresarse. -¿Necesita algo? Sino váyase y déjenos trabajar en paz.-

La chica se daba media vuelta cuando un carraspeo la detuvo y le hizo mirar de nuevo al hombre mayor que parecía acariciarse la garganta luego de hacer aquel sonido, que seguramente era, para llamar la atención de la chica nuevamente.

-Antje te irá a dejar a tu casa en el auto.- Dictaminó con su voz que parecía ser de ultratumba, daba miedo pero… simplemente lo normal. -No siempre estará ahí…- Dejó la frase sin terminar y se fue, dejando a una chica muy desconcertada y a su amiga negando con la cabeza, cosa que ella no vio porque aun miraba el espacio donde había estado aquel hombre con una ceja alzada.


Sólo una vez antes de terminar el día de trabajo Antje le dedicó una mirada que ella no supo interpretar, agregando otra cosa en su lista de sucesos extraños del día de hoy, quizás sólo estaba buscando cosas en que pensar además de la falta de su hermano, esa era la explicación más obvia. Con eso la imagen de su hermano alejándose le era terrible y eso que ella no lo había visto partir sólo había encontrado una carta de él bajo su almohada, una que no quería abrir, una que sentía ansias de saber su contenido contradiciéndose.

Su amiga se veía un tanto divertida en el auto desde su punto de vista como copiloto, pues por su figura gruesa parecía no caber en el asiento, pero aun así era adorable y por eso omitió la pequeña risita que quiso salir en sus labios, no quería ser maleducada con ella, no con Antje, no con su única amiga que la soportaba cuando abría su boca y se comportaba como en casa le habían enseñado.

-Kimerlain…- Escuchar su nombre la hizo salir de su mente y mirar a quien manejaba el auto, que hasta ahora sólo había el sonido del motor, no se había encendido la radio. -Padre, tiene razón y no, debes cuidarte, ambos…- No terminó la frase o ella no la había terminado de escuchar y ahora ya estaba saliendo del auto porque habían llegado a su casa, lugar donde no podría descansar, no ahora que de nuevo recordó la existencia de la carta.

Al entrar en la casa su padre le dijo una cosa que a ella no le agradó, que ella no estaba siendo una Thantgate, como podría estar recibiendo ayuda de otros, siendo un orgulloso miembro de la familia, eso a la chica la hizo enfurecer y lo único que pudo hacer fue decirle a su padre dos cosas.

-¿Orgullo? Padre eso me indigna, siempre he sido la adorable y orgullosa hija que siempre quisiste, ¿de qué hablas?- Miraba con desprecio a su padre. -¿No tienes nada más que decirme?- Se va directamente a su habitación no quería pelear con nadie, no quería escuchar ninguna otra aberración, su padre no tenía nada que decir, se sentía humillada pero su orgullo la obligo a irse con la frente en alto y ahora en aquel lugar que era su refugio, dejó salir sus lágrimas. Todo el día, todas las cosas la tenían mal, entonces tomó la carta de debajo de su almohada y las palabras eran justamente lo que necesitaba, solo su hermano podría haberlo escrito para ella.

1 comentarios:

anama dijo...

mmm... muy interesante cada vez vas dejando más misterios, que espero todos o la mayoría se resuelvan. :D
Muy buena historia, me gusta que sea fácil leerla y engancharse de la trama.
Esperando leer más, como siempre. ^_^

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