Inercia

Primero que nada, he de presentarme.

Mi apodo es Amenyuushi, como es visible. Pertenezco al país de Chile y espero contribuir debidamente a este Blog con mi grano de arena narrativo.

Y sin más, espero que os agrade esta historia conjunta entre mi persona, y la autora Miki. 

Adiós.




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Capítulo I
Aceleración
 
“Es simple ya estoy cansado de todo esto y lo peor es que sé que pueda hacer al respecto pero, tengo un pequeño problema: ¡NO QUIERO DETENERME!, lo que es bastante malo porque si no me detengo no podré descansar al fin, pero en verdad da miedo detenerse, pensar que está en tus manos el que el descanso pueda llegar, es demasiada responsabilidad por eso ahora que miro mi mano… puedo decir que es hora de que las cosas las ponga en marcha de nuevo.”


Corría, pues debía de encontrarle antes de que fuese tarde, las cosas no iban bien porque se agotaba a cada minuto y eso que se había resignado a que no lo lograría pero al último minuto se levantó y con urgencia comenzó a desplazarse por la ciudad buscándole, lo cual estaba difícil porque hasta ahora no había podido encontrarle. Habían muchas cosas en juego ahora que era esa persona la única que podría ayudarle, salvarle a decir verdad, pero por más que le buscaba no le encontraba en aquel inmenso mar de personas en el que ya se sentía sofocado y que simplemente lo estaban arrastrando en una dirección a la que ya había ido y no le servía.

Miraba el reloj y había pasado mucho tiempo y su cuerpo se debilitaba cada vez más hasta que colapsó, cayendo al suelo y en su seminconsciencia pudo sentir que alguien le pisaba y que alguien gritaba sobre una persona desmayada, de seguro era él, porque al poco ya tenía a un montón de seres humanos su alrededor, ninguno de ellos le servía, todos ellos tenían sus contadores quietos por lo que ninguno de ellos era al que buscaba, su consiencia se apagó y dejó de escuchar los murmullos hasta que el sonido de la ambulancia lo hizo reaccionar levemente y frente a él le vio, ahí estaba ella que al tocarle para comprobar sus signos vitales su contador comenzó a ir en cuenta regresiva.

“TE ENCONTRÉ”

Aunque no podía pronunciarlo, simplemente se dejó levantar por los paramédicos en la camilla que había sido puesto y lo llevaban a la ambulancia, según levemente escuchaba estaba sufriendo una arritmia que podría terminar matándole sino se lo llevaban pronto. Apenas lo subieron comenzaron a llenarlo de cables para medir sus latidos, presión y todo para tenerlo monitoreado también le pusieron suero, quizás el error más grande que hizo aquella paramédico porque pronto se arrepentiría de ello, se habían encontrado.

El camino entre ese punto de la ciudad y al hospital más cercano era de media hora y en menos de 10 minutos de viaje con algunas de sus fuerzas recuperadas, él abrió sus ojos buscándola, porque el otro paramédico no le importaba sólo ella. Sabía que no tenía mucho tiempo antes de llegar a su destino en aquel transporte, pero tampoco debía alertar demasiado a los otros de que estaba consiente de nuevo por lo que apenas sus ojos la vieron los cerró antes de hacer contacto visual y también controló cada musculo de su cuerpo para que no se moviese ni un milímetro más del lugar en el que lo habían dejado.

Sus opciones eran escasas para lograr su objetivo pero sólo podía esperar que las condiciones del plan que estaba maquinando se cumpliesen, porque sino era así la primera fase de su plan sería su realidad. Mantenía su respiración acelerada pero poco a poco la comenzó a hacer más y más débil logrando también que su agitado corazón comenzase a tener palpitaciones más pausadas, teniendo cada vez menos latidos por minuto,haciéndolos lentos, cada vez más,más y más lentos…PIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII.

Aquello alarmó a los dos paramédicos, siendo ella quien reaccionó más rápido y se le acercó por la izquierda a tratar de reanimarlo manualmente, aquello, fue totalmente estúpido de su parte porque eso era exactamente lo que él esperaba que pasase. Abrió sus ojos, la tomo de las manos con la izquierda propia, con su derecha de un solo golpe dejó inconsciente al otro, se sacó la jeringuilla del suero y se la clavó en el cuello a la chica, la azotó contra la pared del móvil, buscó una arma más efectiva, encontró una jeringa vacía; le quitó el suero del cuello, desgarró las ropas de ella en el pecho y le clavó la jeringa directamente en el corazón, presionó el embolo hasta que ya no se podía, repitió la operación una y otra vez, hasta que la chica ya no respirase.

El conductor al ver que nadie bajaba de la ambulancia fue a abrir las puertas, pues aquello era inusual, una vez detenidos siempre se bajaban de la manera más rápida posible, su rostro se desfiguró al ver la escena de la paramédico tendida muerta sobre la camilla, el otro inconsciente en el suelo y el tipo mirándose la mano con una especie de sonrisa que daba miedo de sólo mirarla.

-Mi estimado, pase usted a calmarse sino quiere terminar como la chica, le recomendaría que me deje dejarlo fuera de combate para que no se ponga peor la situación.- La voz estaba tranquila y le miraba como si no hubiese pasado nada allí dentro. -¿Va a cooperar o hará que haga las cosas de mala manera como con él?- Apuntando al paramédico tirado al otro lado de la camilla.

El conductor dio un paso atrás pero aquello fue estúpido porque el otro lo agarró con sus manos y lo metió dentro de la cabina asestándole un solo golpe certero para que terminara como su compañero, porque a ellos no le interesaba dejarlos muertos sólo a la chica y ella ya había abandonado la vida por su mano.

No esperó tiempo y salió de la ambulancia vestido como el paramédico para mezclarse en el hospital y no levantar sospechas. Se paseó tranquilamente por los pasillos del complejo habiendo dejado atrás la ambulancia cerrada por lo que podrían tardar horas en encontrar el cadáver. Él salía tranquilamente del hospital, como si simplemente saliese a fumar un poco por el estrés del trabajo.

· · ·

Tantas opciones. Tantos métodos que tenía, y aún así le era imposible decidir por completo. Todo se encontraba en la simple metodología de cómo escoger, de cómo decidir, de cómo pensar. Ya dentro del lugar, estaba, aunque realmente no lo hacía. Miró su reloj, desde el pequeño café donde se ubicaba, un lugar agradable, como lo sería cualquier otro de esos recintos en los Estados Unidos, país que había sido escogido para este juego, para este escenario, para esta masacre. Maldijo, suspirando, terminando de fumar, dejando caer con presteza las cenizas en el cenicero, cristalino, contemplándolo con agrado, casi melancolía, mientras esas manchas de corrupción pura lo ensuciaban. Y sintió rabia, furia, que marcó por exactamente 0.067 segundos, en un gesto fruncido, tan leve que no podía ser notado. Tras terminar el cigarro, lo dejó en su estado final, una colilla apenas ya utilizable, de alrededor de 5 centímetros de largo, y unos 2 centímetros diametrales de ancho. Ahí, su café humeaba, mientras la camarera le preguntaba qué pasaba, mirándolo al momento de acercárcele, cuando él ya había terminado de fumar, y estaba fumando, y estaba por fumar, y estaba guardando la cola ya fumada, pero sólo viendo esa última imagen. Porque todo era imágenes.

Todo.

-  ¿Se encuentra bien, seño…?

Antes de terminar, miró algo aterrada al hombre, quién le devolvió el gesto, sonriendo, melancólico, apático quizá, decaído, casi, pero amable.

-    Lo hago, señorita… No se preocup…

Y antes de decir más, la “e” final, que debería haber seguido a la elipsis, se escuchó, pero no ahí, ni entonces, sino en medio del tiempo, y dentro del cúmulo del espacio, en un vórtice. Al mirar su café, pensó en que se lo terminaría. No. Juró que se lo bebería, porque no era quién para defraudar a nadie, ni nada, como el Juez que era. Y los Jueces vivían de Juramentos, después de todo.

Ahí estaba, entonces, tras haberse traslocado, posicionado, o simplemente, haber siempre estado en ese espacio. Nuevo espacio. Una de las escaleras que llevaban hacia la morgue, donde dedujo que iría el Tasador. Así era apodado, por él en específico, ya que no era ni su nombre, ni su apodo real. No en ese juego, ni en nada. O tal vez… No, no estaba seguro. Ahí, mirando, ya con la colilla guardada en su chaqueta negra, su camisa blanca debajo, sus pantalones de color azul oscuro, y sus zapatos sin amarre, café oscuros, se encontraba, logrando anticipar al Tasador, quién se había desviado a una habitación para sacar algo, cosas. Quién sabía. Tenía la Marca encima, producto y prueba de que había encontrado a una persona indicada, manchada por el contador, porque ese era el único modo que él podía ver. Aún siendo un Juez, supuestamente neutro, sentía desprecio por eso, por todo eso. Pero si algo sentía, era que era cierto. No era falso, y por ende, trataba de algo que debía enfrentar.

Al salir el Tasador con lo que fuese que hubiese encontrado en esa sala, vestido de paramédico, falsamente, vio al Juez sentado justo en la escalera que daba hacia la puerta inferior de la Morgue. Mantuvo su distancia, mirándola con sorna, y una sonrisa leve, casi de burla, pero cuidadoso, sabiendo que no era un tipo al cual pisotear como si nada. Aquel que era el Juez, también apodado, por sí mismo, quizá otros, o quizá nadie oficialmente, o todos realmente, le miró, serio. Un intercambio ocurrió

-    Otra vez volviste a hacerlo… Tasad…

No alcanzaron a concretarse sus palabras, dado que el mismo apelado respondió antes de que el Juez hablase.

-    Tuve que hacerlo, y lo sabes…

Sujetó un poco su cuello, para luego mirar a su… ¿Oponente? ¿Aliado? ¿Alterno? No sabía, no realmente. No todavía. Aquel, el Juez miró al Tasador. Tan sólo bastó con enfocarse en él, mientras dicho, notaba que “Aquello” iba a pasar. Muy tarde para hacer algo, ya que con el Juez siempre lo era. Tiró el que estaba sentado lejos del Tasador, atrayéndole a distancia, y entonces pudiendo “Tocarlo”. Al hacerlo, miró su línea temporal reciente, al menos desde que empezó a caminar hasta lo que hizo con la mujer, el contador, y luego su presencia actual. Tal cual, el Tasador estaba donde mismo, como si nunca hubiese sido movido, aún si lo hubiese sido, y el Juez finalmente acotó, levantándose.

-    Odio esto, pero… Tenemos que hacerlo. No hay otra opción.

-  Opciones siempre hay, y también lo sabes…

Por primera vez, no hubo interruptus. Aquel llamado Juez, con sus manos en la gabardina, tomó la pequeña cola de cigarros, apuntando al Tasador, mirándolo. “Ahora”, fue lo que dijo, o pensó mejor dicho, lanzándosela a distancia. Aún podía oler el café, que estaba por ser tomado, y sería tomado. Antes de que se helase por completo, mientras el cigarro viajaba.

1 comentarios:

anama dijo...

Que loco leer este escrito, me confunde pero me agrada, muy interesante, te deja en suspenso.
^_^

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