Inercia (II)

Capítulo II
Paradigmas


Sentí que mí tiempo se había detenido, sentí que lo perdía todo, pero gané algo que no quería, ¿por qué me tuvo que pasar esto a mí? La respuesta es poco científica y muy molesta, simplemente es el hecho de que no debí de morir de esta forma, mi muerte debe de haber sido planificada de otra manera y que haya sucedido así simplemente detuvo mi tiempo, porque ahora se siente incomodo el estar funcionando luego de que mi sistema tuvo que eliminar todo el oxigeno que entró a mi sistema circulatorio. Realmente aquel tipo daba miedo cuando… cuando pasó todo, la verdad me gustaría tener amnesia pero lo recuerdo todo de una forma demasiado vivida.

Desperté siendo llevada a la morgue todos los presentes se asustaron, sus caras se distorsionaban por la sorpresa y el horror, y a la vez se emocionaban porque seguía con vida, pero de cierta forma yo sentía que estaba más muerta que viva. Acto seguido a mi “despertar” los demás se preguntaban como, y a lo que llegaron era catalepsia, aunque me sacaron mucha sangre para ver que era lo que había pasado, que fue lo que me habían inyectado, yo lo sabía bien, era aire, no debería estar viva después de eso. Sus conocimientos médicos no explicaban el porque estaba viva y menos se lo explicarían los estudios que los médicos le hacían a las muestras.


Hasta ahora llevo dos días en el hospital conectado a suero porque estaba débil y porque me tienen en observación, cualquiera estaría así de débil por tener que hacer un proceso que un cuerpo humano no estaba acostumbrado. Aunque conozco bien este lugar me inquieta estar de “enferma en él, quería irme, quería ir a buscar al desgraciado que me había matado, porque si, yo había estado muerta y por algún motivo, ahora estaba viva. Debía de encontrar la razón de por qué no había muerto y por qué fui su objetivo, porque aunque borrosamente recuerdo su cara no era familiar, no se me hacía que lo hubiese visto antes a pesar que desde que desperté he estado haciendo memoria.

Ya llevo cerca de semana y media en el hospital en un cuarto sólo para mí donde el color blanco predomina lo cual ya me tiene realmente harta, se me hace extraño que sea así porque es un lugar familiar, un lugar al que debería pertenecer pero ya no, al revivir dejé de ser lo que fui hasta unas semanas antes o al menos así me siento.

Les pedía las enfermeras un lápiz y un cuaderno,  un poco para matar el aburrimiento porque ver la televisión no es lo mio pero tenía otra intención… poder anotar las características de ese hombre y también planear escaparse porque los doctores la estaban reteniendo por ser un caso extraño  y eso era lo que menos quería porque tenía que vengarse de aquel que acabo con su anterior vida.

Hoy es el día de ejecutar el plan porque ya no quiero estar aquí, odio el blanco, ¡odio a la gente que es de color blanco! Si… desde que desperté no lo había notado pero poco a poco me di cuenta que todo lo que podía ver era un color blanco y líneas que delimitaban las cosas, claro está que las personas no todas son blancas hay algunas grises pero la mayoría se ven iguales, demasiado iguales, demasiado blanco, siento que voy a enloquecer si todo sigue igual de blanco cuando salga de este hospital. Es que ver las líneas de las bocas de los doctores al hablarle y dejar que vea las líneas de los dientes y la de la lengua dentro de aquel mundo blanco ya la tenía al borde del precipicio pero se mantenía cuerda por el bien de su escape.

Luego de observar los tiempos de las enfermeras, sabía bien que tenían que tener turnos repetitivos y no podían ir y venir como se les diese en gana en especial con ella que estaba “en observación”, con ese dato ella podría irse a hacer lo que tenía que hacer. También conocía la seguridad del hospital no por nada ya llevaba un buen tiempo trabajando allí por lo que no era buena idea escapar de noche, tampoco de mañana, era mejor a medio día cuando la concurrencia era mayor.

Había conseguido que una amiga me llevase ropa para cuando supuestamente me dieran el alta, esa era la ropa con la que me mezclaría con la gente, esa era la ropa que me llevaría fuera del hospital. Estaba lista después de la visita de los doctores, cada vez que iban no hablaban del alta, sino que de otros estudios que podrían hacer, por eso sabía que no me dejarían salir pronto, por eso también salía cuidadosamente del cuarto para no llamar la atención de nadie. La cual al parecer no llamaba, eso permitía que me moviese más fácilmente entre las personas y llegar hasta el ascensor, una vez abajo ya no tendría problemas porque ahora yo sería una más de las tantas personas que salen del hospital.

-Nadie puede verte… deberías haberlo notado ya.- Un tipo extraño en traje había detenido mi avance a unos diez o quince pasos de la salida del hospital, lo cual era extraño porque hasta ahora parecía que todos estaban omitiendo mi presencia.

Decidí omitirle y seguir avanzando, decidí ejecutar este plan limpiamente hasta salir del hospital. Era libre estaba afuera en aquel mundo blanco que pensé que afuera sería de colores como antes pero sigo distinguiendo sólo los contornos de las cosas, el resto es blanco… salvo el tipo que me habló, él era…

-Tasador… no lo hiciste bien… o quizás, ¿así debía de ser?- Sus palabras no aparecían dirigidas a mi pero allí estaba frente a mi de nuevo cosa que no logré entender ya que yo había salido primero y no pudo adelantarme, de ninguna forma. -Tú mirada… ¿estás perdida, verdad?-

Mientras lo miraba entendí que él no era como los demás a los que había pasado en el hospital porque no era blanco con contornos negros, sino que era con contornos rojos y parecía percudirse a cada segundo el blanco de su interior. ¿Qué diablos era él? Y mientras esa pregunta saltaba en mi mente otra cosa pasó por la misma, este tipo conocía al que me mató, al que me dio esta vida blanca, lo haría que me diese información ya que se había acercado bajo su propia voluntad.

-Sabes quien me hizo esto, ¿verdad?- Pero mis palabras quedaron en el aire porque él ya no estaba.

-Estás perdida, en este juego, hasta que lo entiendas por ti misma.- Esas palabras quedaron flotando alrededor mío, dejándome con mil preguntas pero no puedo quedarme aquí, tengo al menos que llegar a mi departamento y planear como le voy a encontrar.



~·~·~



Nulidad.

Algo que superaba las expectativas de todos pero no llenaba la de nadie. Nadie era precisamente la palabra para definir lo que quedaba de aquellos fenómenos. Tras escuchar la mujer, ex-enfermera y actual fantasma rodeada de blanco y siluetas, al sujeto del traje, notó como este pasaba hacia adelante, y luego precisamente hacia esa misma nada.
Nada.

Ánimos vacíos al notar que él ya no estaba, y que se movía a través de los tejidos de las cosas que ahora ella veía. Al mirar el interior de ese sujeto pudo ver el color cambiando de rojo a azul, líneas que oscilaban en su silueta personal, especial. Así mismo, ella se miró las manos, preguntándose, pensando, y decidiendo. A su departamento iría a buscar, a prepararse, para luego buscarlo.

Al momento preciso llegó entonces el Juez, frente a su café estaba, de nuevo, dando saltos en el tejido fino, camino cimentado pero frágil del tiempo. Ahí, pudo notar como su brebaje estaba tibio, oscilando entre el calor que hubiese querido y el frío lamentable. Suspirando, decidió beberlo, para luego terminarlo. Así mismo, prosiguió terminó por elevar su mano hacia un lado, sujetando un cigarro que había atravesado el espacio desde la lejanía. Apenas lo sujetase entre sus dedos, terminaría dejándolo en el cenicero sobre la mesa frente a la que estaba sentado, terminando, mirando a la mesera que preocupada lo miraba, y logrando darle una vana y vaga sonrisa, levantándose, dejando la paga, sin necesitar pedir la cuenta, y volviendo a salir. Todo porque ya sabía cuánto debía pagar. Ya estaba claro para él. Así como todo lo demás.

Aquel cigarro llegó hasta su rostro, acelerando a través del vacío, para luego desvanecerse, así como lo hacía el Juez por su cuenta. Pasaron segundos, en los que el Tasador parpadeó sorprendido. Tal cual, ese sujeto era un monstruo, y él lo sabía. Aunque no tan literal como él mismo. Si el Juez era un monstruo en cuanto a capacidad, él mismo lo era en cuanto a moral, y no dudaría. Mató a esa muchacha sin dudar, quizá guiado por la supervivencia, necesidad, o instintos. No había fundamento ni excusa que le motivara, ni le interesara permitir que lo motivara. Así, sacudió sus manos, sonriendo como la mezcla entre un zorro pícaro y un niño aprendiendo a ser realmente malicioso. Miró con claridad, abriendo bien sus ojos tras parpadear de nuevo, más profundamente, pudiendo ver los “medidores”, líneas y números que parecían indicar la vida y la muerte, la “proximidad” en las personas. Todo esto era difuso, ni siquiera era un concepto aplicable a algo encontrado comúnmente. Tal vez en los libros de ciencia, o algo.

Posó sus manos en sus bolsillos, y se dirigió a los varios cuartos vacíos, para llenarse con suministros, dado que al parecer el Juez se había largado por segundos, quizá guiando a otros Jugadores, o demostrando que aún mantenía algo de sí mismo. Tasador paseó, rastreó, y los pasillos recorrió, no dudando de dejar inconsciente o pasar a llevar a quién fuese necesario, aunque sin matarlos. No podía, ni debía, ni le servía, ya que no cumplían sus requisitos extraños. Tomó varios medicamentos, jeringas, y algunas prendas. Pronto llegaría el momento.

Juez estaba de vuelta, o al menos lo estaría. Mirando la calle tras salir de la cafetería, contemplaba la ciudad, el cielo nublado, el mundo triste, niños destinados a un destino de crueldad y adultos encadenados. Parecía casi poder ver sus metáforas, aunque sin hacerlo realmente. Únicamente los Jugadores tenían sus propias aptitudes atadas a conceptos. Para él era manejar y supervisar, como tendría que pronto hacer. Miró su reloj en su muñeca izquierda, arregló un poco sus prendas, y partió. Atravesó la nada, avanzó en el vacío, y llegó hasta la entrada de la facilidad sanitaria. Salubre era una mejor palabra, aunque al desplazarse, pensaba que era eso, en el fondo. Un sanitario para limpiar y purificar a las partes sucias, más que compasión por los enfermos y los muertos, era odio hacia sus aspectos. Tumbas limpias, interiores sucios.

Ya estaba lista la mujer, recogiendo algunas de sus ropas, unas que otras prendas, sus posesiones en un bolso, y cierta libreta, con algunos datos que podrían ayudarla. Ahora su hermoso departamento, adornado con el esfuerzo de sus años trabajando, se veía monótono, monocromo, patético. Ausente de forma y presencia. Salió entonces, frustrada, y a la vez determinada, motivada por el odio, hacia el hospital donde empezaría la tan nombrada, dichosa partida.

Así mismo, listo estaba el Tasador, saliendo de una de las morgues casi impone, dotándose de su instinto de supervivencia, sigilo, y sutileza, brutal al mismo tiempo, habiendo pasado por encima de varios sujetos, estando al borde de ser descubierto si era visto o reconocido eventualmente, pero despreocupado porque sabía que algo distinto cambiaría ese destino. Objetos medicinales, herramientas, y otros implementos útiles estaban consigo, así como unos ropajes distintos, casi por puro gusto. Al avanzar, logro verla, a la misma mujer que había matado no muchas horas atrás.

-    - ¡Fantasma!

Alegre se mostró, sonriendo malicioso, crudo, desgraciado, al apodarla de esa forma. Y de la misma forma, la mujer odiaría que le llamara de esa forma, por la ironía que eso contenía, aunque nada pudiendo hacer contra el apodo obtenido, más que apropiado, desagradable incluso, pero apto, torcido. Finalmente, parecían esperar al Juez, momento en que la Fantasma no parecía saber qué decirle, pensando en si atacarlo, o esperar. Tenía a su objetivo ahí en frente, pero no era suficiente, debía encerrarlo, enclaustrarlo, ganarle. Algo pasó entonces. Unos pasos pudieron oírse desde afuera.

Pasos rápidos y agitados, un jadeo extraño aunque leve, tenue pero constante, intenso al mismo tiempo, contradictorio. Pasos que avanzarían casi ciegos, topándose a algunas personas, y llegando hasta ese sector, gran pasillo casi principal en donde estaban. No dudaría entonces en mostrarse, la tercera y última participante.

Pelo largo y castaño, contrastando con el de la ex-enfermera, femenina aunque joven figura, falda de mezclilla y blusa firmes, a pesar de su aspecto, lentes oscuros cubriendo sus ojos, piel blanca, y el contraste cuando dejó caer dichos lentes sobre su nariz para mirarlos. Ambos ojos, cada uno, de un color distinto, uno oscuro, y otro claro. Zapatillas que cubrían sus pies como para moverse con más cuidado, aún con aspecto de una rebelde, y posiblemente la más joven del grupo, incluso más que el Tasador. Al mirarlos, pudo saber inmediatamente lo que sentían, y eran. Tasador mostraba un núcleo rojo intenso, violento, alrededor de su boca y tráquea, el resto azul, pacífico, no iba a moverse, pero sí a molestar. Fantasma por su parte, mostraba un núcleo azul, quieto, y un exterior rojo, quería herir, pero no se atrevía a hacerlo. Aquella doble vista le hizo comprender, mirándolos, conforme, aún jadeando.

-    - No llegué tan tarde… Puedo oler sus miedos. ¡Ambos…!

Pronunció altiva, la joven extraña, molestando al Tasador, quién parecía ponerse “rojo” en los pies, como pensando moverse. A un costado de todos, se mostró finalmente el Juez, preparado para comenzar el Juego, de una vez. Ya era hora, y su reloj había marcado exactamente las 11:00 P.M., con dos manecillas negras, en un fondo completamente blanco. Fantasma pudo ver que ahora su silueta blanca tenía unas líneas perfectamente metálicas, sin un color definido. Y la mujer que había llegado hace poco pudo ver en él perfecta sincronía de líneas y puntos negros con rojos, enojo nulo, quietud necesaria. Por ahora.

-     - ¿Y bien, Juez? ¡Ya es hora! ¡Muéstranos algo de diversión! 

   Pronunció, proclamó y casi reclamó el Tasador entonces. Y tras él, la voz de la fatídicamente apodada Fantasma le siguió.

-    - No quiero apoyarlo, pero es cierto. Ya es momento…

No sabiendo oponerse a ellos, pero sí buscando calmarlos, cerró sus ojos, bajando un poco el rostro, y luego alzándolo, abriendo a su vez los párpados. Movió estos un par de veces, y observó a los tres. Aquella mujer muerta que podía ver el contraste entre contenido y contorno, aquel hombre que podía ver la muerte teórica y las chances, así como la joven sinestéstica que parecía percibir los movimientos y la falta de estos en impulsos constantes, como un infrarrojo. Pronunció entonces, en su voz clara, plana, firme, ausente, y presente.

-    - ¡Mantened silencio! Ya es tiempo, y están todos presentes… 

Profundamente inspiró, para luego concentrarse, y así mismo, expandir su influencia. Aquello causó una marca, líneas precisas, negras, en un fondo blanco, como un tablero de ajedrez pero en tres dimensiones, una cuadrícula gigante, del tamaño exacto del hospital por todos sus bordes externos, incluyendo parcialmente sus jardines y exteriores, entradas y similares. Así mismo, el tiempo estaba paralizado. Todo se quedaba quieto, nada se movía. Nada.

-    - Primer Juego. Mejor dominio de terreno y planificación. Aquel que obligue a los otros a salir por completo del lugar, o abarque más espacio circunstancial, vencerá. Quedar fuera del área significa una derrota inmediata. Tienen exactamente una hora teórica. ¡Que dé comienzo!

Así, dictaminó. Aún así, él estaba consciente de una cosa. También era un Jugador, pero no por ahora, no al menos hasta que hiciera su labor. Aquella mujer allegada miraba con gusto, “oliendo” a sus contrincantes, “sintiéndolos” a lo lejos con distintos colores e intenciones. Partió con rapidez, corriendo sin demora, alejándose hasta la entrada frontal. Tasador miró a la Fantasma con un gesto desafiante, y partió hacia el fondo del hospital, a la morgue de donde vino, y sus subterráneos. Por su parte, la Fantasma buscó arriba. Aquel juego parecía sencillo en lo complicado que era. Tal cual, consistía en una sola cosa.

Manipular. Manipular objetos, manipular a los otros jugadores, y manipular el ambiente, como un gran ajedrez humano, en donde las personas estaban paradas por el tiempo, pero una vez se les moviera o alterara, al regresar el tiempo se verían afectadas. “Abarcar más espacio circunstancial” significaba causar más sucesos para terminar ganando sobre los otros, o forzándolos a salir. Aquellos tres ya estaban decididos.

Y daba comienzo. Aquello en la muñeca del Juez era lo único que movía sus manecillas. Nunca deteniéndose. Nunca dudando. 

Nunca.

1 comentarios:

anama dijo...

o.O interesante juego, esperando que algún día llegue otro capitulo.
Saludos a los escritores, y espero poder entender más. ^_^

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